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El crecimiento de Banesco hasta convertirse en el principal banco privado del país durante la primera década del año 2000 ha sorprendido al mundo de las finanzas tanto nacional como internacional, abundan las sospechas e interrogantes sobre si el colosal desarrollo de esta entidad financiera ha sido en el marco de la legalidad

Para ello basta con repasar brevemente la historia de su dueño fundador, Juan Carlos Escotet. Su entrada en el mundo de las finanzas vino de la mano del poderoso banquero Orlando Castro, fue su asistente y corredor de bolsa en el momento de mayor gloria para el empresario de origen cubano en la década de los 80.

Narra el libro del periodista venezolano Juan Carlos Zapata, Los Midas del Valle, que Juan Carlos Escotet era conocido dentro de los círculos de la Bolsa de Caracas como un muchacho adicto al dinero, hábil conspirador contra bancos rivales, pero todavía sin el suficiente capital para iniciar una carrera propia en el sistema financiero venezolano.

Pero la desgracia de Orlando Castro, que también fue la del Banco Latino y del resto del sistema financiero venezolano en 1994, fue una oportunidad dorada para Escotet. En el año 1990, con tan sólo 30 años de edad, se transformó en el presidente del Banco República, uno de los negocios más lucrativos de Castro.

De ahí en adelante todos fueron triunfos para Escotet, a quien se le acusa de traicionar a Castro y de jugar muy bien sus cartas para ser el banquero promesa de Venezuela luego del cataclismo de los años 90.

Banesco en la primera década del nuevo siglo

La inundación de petrodólares que trajo consigo la subida de los precios del petróleo en el transcurso de la primera década del siglo XXI significó para Banesco una oportunidad crucial para sentar las bases internas que darían pie a su expansión internacional en los años por venir.

Fueron tiempos de una colosal inversión pública en distintos sectores económicos y sociales, de una importante reducción de los índices de pobreza y mortalidad infantil, así como de crecimiento del consumo interno. Lo que expertos en la materia han denominado el pago de la «deuda social» acumulada en tiempos de la Cuarta República.

En paralelo, el esquema de distribución de petrodólares vía control cambiario era penetrado progresivamente por los sobrevivientes (y arribistas) de la última crisis financiera nacional, quienes veían en la subastas realizadas por el Estado venezolano un trampolín para la fuga de capitales, la desinversión interna y la relocalización del dinero de la nación en negocios foráneos.

Y fue así, en el pico de la petrobonanza, que Banesco pavimentó la fuga de capitales hacia paraísos fiscales como República Dominicana, Colombia, Panamá, Puerto Rico y La Florida (Estados Unidos), sitios donde año a año comenzarían a aparecer filiales de Banesco con un capital base muy superior, como el resaltante caso de Banesco Panamá, a bancos estadounidenses de gran trayectoria como Citibank.

La idea original del banco como estructura nos remite a una concepción donde el pillaje y el saqueo es la ley, donde la ética es supeditada en absoluto a la ganancia y al rédito comercial. Y es partiendo de esa concepción inicial que Banesco ha logrado transformarse en una gigantesco holding financiero a escala internacional. La neolengua del emprendimiento y la habilidad de los negocios son velos, muy bien ejecutados por Banesco, que ocultan una práctica esencialmente criminal y de despojo.

Pruebas irrefutables de una mafia transnacional

Hasta hace pocos años el ascenso de Banesco era presentado ante la opinión pública como una consecuencia de la brillantez de su dueño y fundador Juan Carlos Escotet. Incluso su rápido crecimiento internacional, aunque coincide con las épocas de mayor fuga de capitales, se había difuminado en una asertiva campaña publicitaria que mostraba ese resultado como producto de un innovador esquema de negocios e inversiones.

Sin embargo, en el año 2015, Banesco Panamá recibió una multa de 614 mil dólares por violar normas de prevención al blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo. El mito recibía su primera dosis de realidad.

La instancia encargada de imponer la multa fue la Superintendencia de Bancos del país centroamericano, quien tras una inspección determinó que la filial de Escotet había vulnerado la legislación nacional al procesar fondos de dudosa procedencia y sin notificación previa a las autoridades, lo que constituyó en ese momento un caso de lavado de capitales.

La multa contra Banesco fue la segunda más alta en el marco de una tanda de cinco bancos sancionados por prácticas corruptas similares. Esta fue una de las sanciones más representativas por parte de las autoridades panameñas en tiempos recientes, según informaron medios locales en su momento.

Meses después se destaparía el escándalo de los «Panamá Papers», que demostró las vulnerabilidades del gobierno de Juan Carlos Varela para controlar el lavado de capitales y la corrupción desbordada en el territorio que, según él, «gobierna».

Ese mismo año la filial gallega de Banesco, Abanca, fue colocada como «objetivo prioritario» por el Servicio Ejecutivo de la Comisión de Prevención del Blanqueo de Capitales e Infracciones Monetarias de España (SEPBLAC), ante sospechas de que esta entidad pudiera estar siendo utilizada para legitimar capitales provenientes de Latinoamérica.

Según informó el medio El Confidencial, Abanca entró como «objetivo prioritario» de esta unidad de delincuencia financiera española por sospechas de que había procesado fondos ilícitos de clientes latinoamericanos.

Abanca también estuvo vinculada a un esquema de estafa financiera mediante al pago de bonos a supuestos inversores que realmente formaban parte de la estructura interna del holding. Una manipulación del sistema financiero español, puesto que la emisión de bonos hizo retornar los intereses hacia Abanca bajo mecanismos alterados.

Este mismo medio reveló que Abanca tenía relación con las operaciones ilícitas de la familia Ruiz-Mateos, uno de los casos de corrupción más estremecedores de la historia contemporánea de España. Bajo «una intrincada maraña de sociedades», según relató El Mundo en su momento, la familia Ruiz-Mateos estafó unos 337,3 millones de euros a más de 4 mil personas utilizando como cebo la promesa de obtener enormes ganancias tras la inversión en un conjunto de empresas de la familia.

La saga de este caso es sumamente larga y se extiende hacia distintas subtramas que vincularon varios pilares del sistema político y económico español.

En marzo de 2017 el Ministerio Fiscal de España pidió para cada uno de los familiares involucrados 16 años de cárcel, «por considerarles autores de un complejo entramado societario, destinado a captar fondos del público con los que poder hacer frente a los cuantiosos gastos personales, familiares y domésticos y principalmente a los préstamos que gravaban sus numerosas y costosas viviendas».

La vinculación de Escotet con este escándalo supuso un enorme daño reputacional a su imagen, colocando en tela de juicio la credibilidad de la entidad. El Confidencial informó en su momento con respecto al caso que «la responsabilidad de las acusaciones es ya de Abanca porque desde octubre de 2014 fusionó a Banco Etcheverría, al que se le considera culpable y cómplice de los delitos, colaborando en la salida de fondos de las diversas sociedades en beneficio de la familia Ruiz-Mateos».

Las revelaciones que ha traído consigo la Operación Manos de Papel sobre Banesco en Venezuela ponen en relieve, de forma más nítida por ser en suelo local, las prácticas corruptas y mafiosas que forjaron la rápida expansión internacional de esta entidad financiera privada. Lo que nunca se les podrá negar es su habilidad demostrada en el arte de la estafa en cada sitio donde incursionaron.

Misión Verdad

 Redacción Lechuguinos