Foto: http://misionverdad.com/la-guerra-en-venezuela/lo-que-no-dice-tomas-guanipa-sobre-la-dolarizacion

Tomás Guanipa no es un genio ni mucho menos (dentro de la base electoral opositora, por supuesto) al proponer la dolarización en Venezuela, ya el think-tank Cedice Libertad y la transnacional Ford han contribuido en el lanzamiento de varios globos de ensayo para incluir dicha «propuesta» dentro del debate público nacional.

Este gamberro hace de la fantasiosa «dolarización del salario» un eje fundamental dentro de su campaña electoral. Pero más allá de ser una postura abiertamente antinacional e inconstitucional, ya que la única moneda de curso legal dentro de Venezuela es el bolívar, ¿qué significa dolarización como concepto político y económico? ¿Cuáles serían sus consecuencias inmediatas para la nación?

La dolarización supone, en términos generales, la aniquilación de la moneda nacional de cualquier país con el propósito de posicionar al dólar estadounidense como medio de pago y como palanca para el saqueo. Se define como un proceso en el cual la élite política y económica, arrodillada y mantenida por el imperialismo, finiquita una de las cláusulas más importantes del proyecto neoliberal: la desaparición del Estado-nación (y de la soberanía política) en el ámbito económico.

Si Venezuela (hipotéticamente) fuera dolarizada el día de mañana, el Estado perdería toda capacidad de decisión económica. No existiría la Gran Misión Vivienda Venezuela, ya que las inmobiliarias gringas (y europeas) serían las privilegiadas para construir urbanismos altamente costosos. No existiría la Gran Misión AgroVenezuela, ya que Monsanto y Dupont serían los primeros beneficiados para «invertir» (transgénicamente) en el campo venezolano. No existiría Barrio Adentro, Mercal ni Pdval. Se desmontaría la Seguridad Social, los CestaTickets y cualquier otro subsidio directo. Toda gestión económica nacional y soberana desaparecería en tan sólo instantes para beneficiar a banqueros y empresas extranjeras.

La especulación se vestiría de verde, y no existiría Gobierno Bolivariano que subsidie y parapetee las distorsiones económicas que se profundizarían vertiginosamente. «Allá tú» te mandarían a decir Mendoza y el nuevo presidente de Fedecámaras, felices de que Washington cabalgue de mano en mano, narrando con prepotencia imperial su victoria sobre Bolívar. Al final del día, Washington es el verdadero padre de la patria en su espíritu dolarizado.

La dolarización no cura la inflación, y menos en Venezuela donde la sobrefacturación de divisas y la fijación de precios es totalmente mafiosa y delincuencial. Los parásitos serían felices, eso sí que es seguro. Irían con la inmensa cantidad de bolívares que poseen tras años y años de especulación cambiaria y se llevarían hasta el último dólar de las Reservas Internacionales con el objetivo de hacer jugosos negocios con la gran banca internacional, con las grandes empresas transnacionales, consiguiendo un incremento exponencial de sus prácticas de parasitismo importador, para luego fijar el precio que les dé la gana. Eso sí, en dólares.

En criollo: el Gobierno sólo podría aumentar salarios y elevar la capacidad de consumo cuando los precios petroleros (ampliamente manipulables) así lo permiten. Si estos bajan por decisión de la élite financiera norteamericana, usted se jodió literalmente. Por esa razón específica el bolívar y la direccionalidad económica del Gobierno Bolivariano permiten que, en un contexto donde los precios petroleros se han venido abajo, el nivel de los salarios sigan estables y en aumento permanente.

«Su plan», que en el fondo ni es suyo como tampoco los medios para realizarlo, no consiste en simplemente sustituir al bolívar y promover el desmantelamiento del Estado en beneficio absoluto de las corporaciones trasnacionales, sino, más bien, consiste en derogar todo aquello que tengo tufito a Venezuela, sea Banco Central de Venezuela, billetes con la cara de Simón Bolívar, edificios de la GMVV con la firma de Chávez aumentos de salarios y Pdvsa. Él quiere ser diputado para ser soldado de primera fila en la guerra contra todo un país que cambió para siempre.

Y para siempre se quedarán con las ganas.

 

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