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Donde menos se espera se podría desatar una gran guerra sin que acapare los grandes titulares

«Entramos en la tercera guerra mundial, solo que luchamos en pequeños pedazos, en capítulos», advertía en 2014 el papa Francisco puede que no haya mejor manera para definir el panorama.

La guerra hoy

No sería esta afirmación la única cosa significativa que diría el líder de la iglesia católica al respecto de los conflictos mundiales.

En febrero de 2017, nuevamente llamaría la atención mediática al considerar que «la próxima  guerra mundial sería por agua». Una declaración que al desplegar el mapa de los conflictos adquiere especial relevancia.

«No solo se trata del agua, también es el control de rutas comerciales, acceso a recursos energéticos e incluso la influencia geopolítica. Todo ello son causas de  severas fricciones», recalca Carlos Quintero Regos, especialista en Derecho y Política Internacional y profesor de Historia de la Guerra, a quien entrevistamos en exclusiva para Sputnik.

A juicio de Quintero, existen al menos cinco zonas del planeta que no generan grandes coberturas mediáticas, pero que adquieren grandes significados a la hora de evaluar las potenciales amenazas para la paz.

Sin embargo no desea extenderse en los detalles sin antes apuntar que las guerras en la actualidad han mutado en al menos tres aspectos «su metodología, las formas de financiamiento y la manera en que se desarrollan en tiempo y espacio».

En un pasado reciente, los métodos de lucha  y los modos de financiación estaban caracterizados por el empleo de medios y armas convencionales, el respeto a ciertos protocolos y a ver a los países como principales motores de sustento económico.

Sin embargo, a medida que avanzamos en el siglo XXI, Quintero Regos observa que «lo irregular es la principal característica», especialmente en el empleo de armas no convencionales y acciones que rebasan cualquier protocolo internacional, como en el caso de Siria «donde Occidente ha recurrido al terrorismo» y al «cobro de impuestos, royalties, tráfico de alimentos, de armas, de drogas» para soportar las acciones bélicas.

En el caso de las acciones tácticas, Quintero Regos observa que en un pasado reciente se contaba con una declaración de inicio y fin de las hostilidades, así como un espacio definido donde se llevaban a cabo los combates.

«En la actualidad no sabemos con exactitud cuándo formalmente comienzan las hostilidades y cuando terminan. De igual forma, no hay delimitación precisa del área de conflicto», apunta.

Estas características se constituyen en el cristal desde donde debemos evaluar, los cinco futuros escenarios de conflicto.

  • Nagorno Karabaj (Armenia vs. Azerbaiyán)

El conflicto gira en torno al control de un enclave denominado Nagorno Karabaj o los Altos de Karabaj. En esta región hay una población de mayoría armenia (se estima en un 94%) que siempre ha luchado por independizarse.

La zona ha sido escenario de conflictos, especialmente durante coyunturas clave como la disolución del Imperio ruso (1918) así como de la Unión Soviética (1991). En 1988 estalló una guerra que dejó entre 20.000 y 30.000 muertos y más de un millón de desplazados. Concluyó con la independencia de facto de Nagorno Karabaj y la creación de un órgano de vigilancia de los acuerdos de paz, conformado por Rusia, Estados Unidos y Francia  y conocido como Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). En 2016 hubo una nueva escalada del conflicto que dejó un centenar de muertos. Sin embargo, la intervención diplomática de Rusia, ha permitido que una de las zonas «más militarizadas de Europa», se mantenga en estos momentos en una tensa calma.

Quintero Regos considera que en el caso de un conflicto «Estados Unidos sería particularmente proclive a apoyar a Azerbaiyán considerando las reservas petroleras de ese país y para proteger el importante oleoducto BTC que permite extraer el petróleo del mar Caspio, sin pasar por territorio ruso».

  • Transnistria (Moldavia vs. República Moldava Pridnestroviana)

Otra zona de conflicto que emerge con la desaparición de la Unión Soviética es la frontera entre Transnistria y Moldavia. Para el analista, Quintero Regos, la principal diferencia radica en que en Transnistria existe una población que se identifica culturalmente con los rusos.

Por supuesto, que al ser una región separatista de Moldavia, no reconocida por gran parte de la comunidad internacional, se han ejercido grandes presiones en conjunto con Ucrania para evitar el desarrollo de este separatismo. Sin embargo, de facto, Transnistria se mantiene en una condición de independencia, con un gobierno, ejército e incluso moneda propia.

Para el analista Quintero Regos, en el caso de que escalaran los conflictos, países como Estados Unidos apoyarían a Moldavia. Sobre todo por la política norteamericana de querer usar los países de Europa del Este como «muro de contención frente a Rusia».

Sin embargo, la situación a lo interno del país no es del todo alentadora considerando que «en Moldavia hay grandes grupos que aspiran a la unificación con Rumanía», por lo que abrir frentes de guerra no resultaría muy conveniente en los actuales momentos.

  • Amu Daria (Tayikistán y Uzbekistán)

Un conflicto en función de la construcción de la represa hidroeléctrica Roghun en el río Amu Daria. Uzbekistán tiene una importante dependencia de la producción de algodón y gran parte de los cultivos se riegan del caudal de este río. La construcción de esta represa para generar energía eléctrica en Tayikistán es una gran amenaza para la supervivencia de su vecino

En 2012, Uzbekistán dejó de exportar gas a Tayikistán, lo que generó intensas fricciones diplomáticas en ambos países, al punto de que el entonces líder uzbeko Islam Karímov declaró que «Todo puede agravarse tanto que puede provocar no solo enfrentamientos serios, sino incluso guerras».

Quintero Regos acota que a pesar de la actual distensión, como consecuencia de un nuevo liderazgo político en Uzbekistán, el conflicto está lejos de solventarse por cuanto los planes de la represa no se detienen y los recursos hídricos de la zona son limitados.

La causa de las tensiones entre ambos países, también viene como consecuencia de la construcción de la Gran Presa del Renacimiento etíope cuyo costo alcanza los 5.000 millones de dólares (aproximadamente el 10% del PIB de Etiopía). Para Quintero Regos, la disputa tiene una de las mayores posibilidades de explotar a medio plazo.

La obra ya se encuentra en un 60% de avance y existen grandes preocupaciones en Egipto, pues afectaría al caudal del río Nilo. La mayor fuente de agua potable del país árabe, cuyo 55% de producción es agrícola y se nutre de estas aguas.

La situación no es poca cosa, considerando que Egipto cuenta con casi 500.000 efectivos, 4.765 tanques y la mayor fuerza aérea de Oriente Medio (1.100 aviones). Mientras que por parte de Etiopía, se aprestan 135.000 soldados y cientos de tanques T-55 y T-72, sin embargo, a pesar de su reducido tamaño se le considera uno de los ejércitos más combativos del continente, con una amplia experiencia en operaciones contraterroristas.

La última de las zonas, tendría como eje del conflicto la delimitación de las fronteras producto de un histórico solapamiento de las aspiraciones sobre el territorio que se reclama. En este caso, las reivindicaciones de los tres Estados giran alrededor de la región de Cachemira. Un lugar, que además de representar intereses culturales y geopolíticos, es el punto de origen de varios ríos y afluentes de la cuenca del río Indo.

El conflicto puede rastrearse hasta 1947, cuando se forman los nuevos Estados, India y Pakistán, luego de la disolución de la India británica.  Además de ellos, con el transcurso del tiempo se le han sumado nuevas complejidades. En 1963 Pakistán cede parte del territorio de Cachemira a China, y en 1990 se forma el Frente de Liberación de Jammu y Cachemira (FLJC), un grupo separatista que se ha enfrentado a las intenciones anexionistas principalmente de la India.

Las consecuencias luego de 70 años de hostilidades, se traducen en más de 70.000 personas fallecidas.

A pesar de este cuadro, para Quintero Regos existe una razón por la que Cachemira sería uno de los lugares menos probables para el desarrollo de un conflicto a gran escala, «la existencia de las armas nucleares, disminuye la posibilidad de un conflicto con características como las guerras totales del siglo XX, específicamente la Primera y Segunda Guerra Mundial».

A juicio del analista es improbable que potencias que posean armas atómicas, se enfrenten. «La potencia actual de las mismas, conllevarían a un desastre ecológico y a una inestabilidad con unos efectos económicos sin precedentes», concluye.

No obstante, a pesar de que el concepto de Destrucción Mutua Asegurada nos aleje del escenario apocalíptico, no es menos cierto que al desplegar las hipótesis de conflicto, sea inevitable recordar al filósofo Walter Benjamín cuando afirmaba que «el estado de emergencia  en el que vivimos no es la excepción, sino la regla». Una histórica e inacabable regla, al parecer.

Cortesía Sputnik News – José Negrón Valera.

Redacción Lechuguinos