César Burguera/

Lucky y su circo. En esta edición trataremos de relatar lo que representa en la actualidad la desdichada y frustrada existencia de Lucky, el triste payaso. Y es que en realidad la vida no ha sido muy dadivosa con el fracasado Lucky y ante esa devastadora realidad, aunada a su insuperable ineptitud, tomó la drástica decisión de convertirse en divertido bufón o corrompido titiritero. La tajante determinación de convertirse en Lucky, el triste payaso, la tomó en el exterior, donde de manera rauda montó su colorida carpa, dejando su tierra natal, que hoy surge como la principal y colérica testigo de todo su amplio prontuario, donde de manera ágil se llegan a multiplicar excesos, arbitrariedades, delaciones, cárnicas corruptelas y hasta el ocurrente episodio de que llegará a ostentar el cargo de “Comisario” en una policía municipal, que le permitió acometer, con absoluta impunidad, toda esta feria o circo de incontrolables fechorías. Advertimos que de esta insolente trayectoria de descarado delincuente, tenemos las más fehacientes e irrefutables pruebas, así como también quienes desde suelo patrio financian sus irracionales aventuras. Todo será develado cronológicamente en nuestras futuras entregas.

La cobarde guarida. Al verse Lucky, el triste payaso, casi cercado por la justicia, al verse alcanzado por la ira y cólera de sus antiguos compañeros de tolda partidista, a los cuales literalmente entregaba al proporcionar no solo sus nombres, su exacta ubicación, sino que igualmente explicaba al detalle, en oficiales y elevados despachos, cuáles eran las acciones de “calle” que pretendían emprender. Esas nocturnas confesiones, esas elocuentes delaciones por parte de Lucky, el triste payaso, terminaron por colocarle el rígido y gris barrote, los fríos recintos presidiario a numerosos militantes que en alguna oportunidad llegaron a proporcionarle algún viso de credibilidad a un desdichado bufón venido en desgracia. Pero en su huida, Lucky, el triste payaso llegó a pensar que la ciudad de Miami, no tendría ni memoria, ni rencores y que no solo lo absolvería de todas sus felonías y canalladas, sino que en un solemne y litúrgico acto lo ungiría como una referencia moral o ética.

El payaso y su destino. Ante el nuevo y americano escenario, en pleno inicio de la función, Lucky decide vestirse de payaso. Se ha puesto unos grandes zapatones de caucho y se ha pintado la cara de rojo y de blanco. Atraviesa el estrecho corredor de arena que la siente rebotar debajo de sus zapatones y tiene, por vez primera la agradable sensación de sentirse payaso. Todos estaban ya en el redondel cuando entró y no lo han mirado siquiera. Estaban esperando que llegara para comenzar el circense y diario acto de la extorsión, hostigamiento, ataque y amenazas por las redes sociales, pero no le habían dicho nada. Y ahora está entre los demás payasos, los payasos de verdad, y Lucky esta vestido de payaso, se confunde entre ellos y nadie podría decir cuál de ellos es el menos verdadero. La marcha del circo comenzó a sonar con el director quitándose el sombrero y haciendo malabares con un bastón negro. Todos han comenzado a moverse alrededor de la pista. Salen corriendo y se mezclan con los demás como estorbándolos. Todos están serios, pero a medida que se van acercando a las primeras silletas, donde están los dueños del circo, las sonrisas comienzan a aparecer hasta que están completas en los rostros, como si fueran un trozo más de pintura blanca y roja. Ha llegado el botín, ha arribado la recompensa por haber cumplido a cabalidad la tarea de la descalificación, de pisotear dignidades con sus amarillentos zapatones. Ansiosos aguardaremos su retorno. Esperaremos que ese envalentonado coraje, esa coruja valentía que exhibe Lucky, el triste payaso, se mantenga intacta. Mientras tanto estaremos recordando cada una de sus peripecias de aventajado ladronzuelo, como aquellas sociedades en empresas de seguridad que siguen funcionando en nuestro estado. Y esa es la verdad

@CESARBURGUERA