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Las operaciones de desestabilización podrían intensificarse con el anuncio de los resultados electorales la noche del 20 de mayo y se prevé que puedan durar hasta septiembre, momento en el que Colombia inicie el ejercicio aeronaval internacional Unitas Lix 2018.

Alerta naranja en Suramérica

A las 6:48 de la madrugada de este sábado 13 de mayo, el presidente de Bolivia, Evo Morales, despertó la conciencia pública de toda la región al publicar una grave denuncia en su cuenta Twitter.

Al igual que Morales, la periodista argentina Stella Calloni llamó la atención de la opinión pública en torno a la gran amenaza que se cierne sobre Venezuela, al filtrar un documento secreto del Comando Sur de Estados Unidos.

El documento de 11 páginas, titulado ‘Golpe Maestro: Un plan para derrocar la dictadura en Venezuela’ y firmado por el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, considera que «ha llegado el momento» de intervenir militarmente al país suramericano.

Con la sincronía de una bomba de tiempo, Roger Noriega, exrepresentante permanente de Estados Unidos ante la OEA entre 2001 y 2003 y enemigo acérrimo del presidente Hugo Chávez, escribió en The New York Times que se habían acabado «las opciones para Venezuela», planteando como único camino el derrocamiento de Nicolás Maduro.

La importancia de este artículo de Noriega radica precisamente en el medio que lo publica. La plataforma mediática más influyente en cuanto a la legitimación de las operaciones militares de Estados Unidos.

Para completar el panorama, la Embajada de Estados Unidos en Caracas, en una muestra de sospechosa clarividencia, informó a sus ciudadanos estadounidenses en Venezuela que antes y después de las elecciones presidenciales se esperan manifestaciones y focos de desestabilización.

La hoja de ruta para derrocar al chavismo

Un análisis estratégico hecho sobre los documentos filtrados del Comando Sur, así como de las declaraciones de los voceros militares y mandos medios del aparato diplomático estadounidense, permiten establecer con suficiente claridad cómo se desarrollará la periodización de la intervención contra Venezuela.

En primer lugar, hay que evaluar la coyuntura electoral donde aún es posible que la oposición venezolana logre llegar a un acuerdo en torno a una candidatura única. 

A pesar de que Estados Unidos, el grupo de Lima y la Unión Europea ya han afirmado que bajo «las actuales condiciones» no reconocerán los resultados, no puede perderse de vista que una candidatura única ‘in extremis’ provoque un efecto motivador en el sector de la oposición que aún no se deciden por ir a votar.

Un escenario de empate técnico entre el chavismo y la oposición brindaría un contexto propicio para la presión internacional en contra del Gobierno de Nicolás Maduro.

En segundo lugar, Noriega reafirmó que el frente político no puede descartarse. En este, las principales acciones del Departamento de Estado estarían enfocadas en «animar a los venezolanos —incluidos los miembros de las fuerzas armadas— a restaurar la democracia», es decir, ejecutar un golpe de Estado.

Aunque esto luce improbable, el Comando Sur no necesitaría un levantamiento militar exitoso, sino al menos una escaramuza al interior de alguna guarnición, como la ocurrida hace algunas meses en el Fuerte Paramacay para «asegurar que el poder sea transferido sin demora a las autoridades civiles legítimas, miembros de la Asamblea Nacional».

En este punto, se estaría evaluando «liberar» una zona del país desde donde este Gobierno paralelo pueda ejercer funciones de hecho, con el respaldo y reconocimiento de la comunidad internacional aliada a Washington.

En el documento del Comando Sur, Tidd enfatiza que, para derrotar al chavismo, hay que intensificar la guerra psicológica para provocar «exacerbar la división entre los miembros del grupo de Gobierno», en conjunto con acciones militares que comenzarán con protestas en los centros urbanos, especialmente en Táchira, donde el Gobierno venezolano ha logrado neutralizar numerosas mafias dedicadas al contrabando.

El plan Unitas Lix y el golpe final

Las operaciones de desestabilización podrían intensificarse con el anuncio de los resultados electorales la noche del 20 de mayo y se prevé que puedan durar hasta septiembre, momento en el que Colombia inicie el ejercicio aeronaval internacional Unitas Lix 2018.

Kurt Tidd explica con claridad que el Gobierno bolivariano solo puede ser derrocado a través de una «operación militar bajo bandera internacional, patrocinada por la Conferencia de los Ejércitos Latinoamericanos, bajo la protección de la OEA y la supervisión, en el contexto legal y mediático del secretario general [de la OEA], Luis Almagro».

El Unitas Lix no es más que la fachada para imponer de la manera menos traumática posible un bloqueo marítimo a Venezuela, así como ya ocurrió en 1902 contra el entonces Gobierno de Cipriano Castro.

El objetivo que perseguiría un bloqueo marítimo, en la lógica de Kurt Tidd, es precisamente «obstruir todas las importaciones» especialmente de comida, medicinas y bienes esenciales. Sin embargo, el centro de gravedad de toda la estrategia sería impedir que Venezuela pueda comercializar petróleo.

No se trataría de un supuesto embargo anunciado por Washington, en el que este país dejaría de comprar la cuota de aproximadamente 700.000 barriles diarios y para cuyo escenario Venezuela se estaba preparando. En esta parte de la operación, el Unitas Lix se convierte en una seria amenaza para la supervivencia económica de la nación bolivariana, porque imposibilitaría la entrada y salida de los buques petroleros hacia los principales puertos.

Es ahora que cobra fuerza sentido la salida intempestiva de Argentina, Brasil, Perú y Colombia de la Unasur.

Además de reforzar a la OEA, como principal foro para debatir una posible situación de inestabilidad política en Venezuela, era imprescindible abandonar el Consejo de Defensa Suramericano.

No resultaba muy coherente que un órgano que plantea «consolidar una zona de paz suramericana y construir una visión común en materia de defensa», recibiera con docilidad la intención del Comando Sur de «avanzar en estacionar sus aviones de combate y helicópteros, vehículos blindados, posiciones de inteligencia» e incluso prisiones en la región suramericana.

Otro objetivo de transformar Unitas Lix en una operación militar, tendría por objetivo generar una suerte de anillo de seguridad para evitar la aproximación de posibles fuerzas militares aliadas a Venezuela. Uno de los escenarios a los cuales habría que prestar mayor atención.

El Unitas Lix se plantearía como una última etapa, dentro de una operación de desgaste a gran escala de Venezuela. Sin embargo, lo que resulta más escandaloso del plan de Washington para derrocar al chavismo, es que se encuentra consciente de que existirá resistencia al interior del país y que incluso la oposición venezolana «no tiene la fuerza suficiente» para garantizar la gobernabilidad.

No obstante, ya Kurt Tidd tiene la solución: el «envío de la fuerza militar de la ONU para la imposición de la paz».

Sí, los mismos que se encuentran acusados de crímenes de abuso sexual en la República Centroafricana, Haití, Sri Lanka, entre otras partes del mundo.

Y ante los cuales «legalmente, las Naciones Unidas no pueden hacer nada al respecto» pues no cuentan con la jurisdicción para juzgarlos.

Sin embargo, a pesar de los retos que se vislumbran para la nación venezolana, desde algún lugar nada lejano, Edward Said, el gran intelectual palestino, nos invita a ver el horizonte a través de las lecciones de la historia.

En ellas, dice Said, «nunca se dio el caso en el que un activo agente occidental tropezase con un nativo no-occidental débil o del todo inerte; en muchos casos, existió siempre algún tipo de resistencia activa y en la abrumadora mayoría de los casos, la resistencia finalmente triunfó».

(José Negrón Valera / Sputnik News)